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sábado, 30 de agosto de 2008


Ana y Mia, las más extrañas amigas que una adolescente podría tener, conocidas al azar en una reunión de amigas, luego de darse cuenta lo bien que se veían todas desde la ultima reunión, excepto ella, se disculpó y fue al baño dejando su helado a medias, se miró en el espejo y ya no se sintió tan sola porque la acompañaban unas risitas en el aire, volvió distinta y con otra actitud, radiante y decidida, la reina del mundo, de su propio mundo, uno imperceptible para sus amigas. Ana y Mia la siguieron llamando, no entendía como consiguieron su número, le ofrecían alcanzar lo que ella deseaba, le ofrecían belleza y ser la perfección hecha mujer. Ella no las quería tomar en cuenta, eran extrañas pero ... atractivas. Las veía camino a su colegio, en el recreo y en la sala de clases, sentadas ambas en el escritorio del profesor, comenzaron a volverse molestas con sus risitas de niña y sus miradas entornadas. Un día la molestia hizo estallar la atracción, no aguantaba más verse en el espejo y verlas a ellas rondarla, que en el baño balancearan sus pies sentadas en la lavadora con un aire de inocencia tan falso que ella no lo notaba como tal. Entonces se puso de pie y se excusó con que debía ir al baño, ni sus hermanos ni su madre le prestaron atención, pues Jim Carrey con una facción estrafalaria los había persuadido de no despegarse de la pantalla. Ana y Mia en el baño la besaron, le dijeron cosas al oído y esta a su vez las escucho queriendo soñar que alguna vez, algún día ellas le darán lo que ella desea. No hablaron de compromisos ni de términos de su contrato intangible, solo acordaron juntarse ahí después de cada comida, ella sabrá como arreglárselas para cumplir pues como ellas decían: "para ser bella, hay que ver más que estrellas"... continuará..

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